miércoles, 28 de febrero de 2007

Desnutrición, un mal invisible ♦ Editorial I La Nacion ♦ 13/02/2007


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Editorial I

Un cronista de este diario tuvo oportunidad de comprobar en la isla Maciel lo que se conoce desde hace tiempo sin que se hayan tomado todavía todas las medidas necesarias para acabar con el problema. En ese barrio de Avellaneda, en una zona peligrosa por muchos motivos, como lo son el Riachuelo, contaminado hasta límites increíbles, la cercanía del polo petroquímico de Dock Sud o el estado de las cloacas, las enfermedades y la desnutrición se ensañan particularmente con los niños.

No es necesario ser un profesional de la medicina para comprobar que buena parte de los niños de ese lugar muestran las características propias de la crónica alimentación deficiente. La baja altura de muchos chicos, comparada con los patrones normales de la edad, es un índice claramente revelador. La desnutrición trae consecuencias que tampoco es necesario descubrir o discutir: desde las dificultades en el aprendizaje hasta las limitaciones en la futura vida laboral existe una amplia gama de problemas que condenan a estos pequeños de por vida.

Las autoridades provinciales y municipales, lo mismo que varias entidades privadas de bien público, se esfuerzan por remediar estos males, pero los resultados no son suficientes y suele ocurrir que los comedores que funcionan en la zona no reciben los alimentos que no les deberían faltar. Existe en la isla una sala de emergencias a la cual renunció hace poco tiempo un médico pediatra, que denunció el estado sanitario de los niños sin haber recibido respuesta. Los casos comprobados de desnutrición rondarían el centenar, dato significativo en una población que está cercana a los seis mil habitantes.

Es necesario tener en cuenta que esto sucede en una zona que se encuentra a pocas cuadras del centro de Avellaneda y a escasos minutos de la Plaza de Mayo y la Casa Rosada, sede del gobierno nacional.

Puede conjeturarse que sería más fácil resolver estos problemas que los similares en lugares remotos como el monte tucumano, por ejemplo, que periódicamente vuelven a los medios de comunicación como testimonio de que ese precioso capital que es la infancia sigue en situación de riesgo, en un país que está pasando por una fenomenal bonanza económica y en el cual las cosechas superlativas no garantizan la alimentación correcta de todos y mucho menos de los niños.

También resulta visible que los planes oficiales de apoyo a los sectores carecientes no tienen capacidad como para acabar con esta situación. Los habitantes de la isla Maciel suelen aparecer en los medios generalmente para denunciar los peligros de la contaminación, aunque pocas veces sean capaces de decir que sus hijos están mal alimentados.

La desnutrición entre nosotros es un escándalo que no puede compararse con el que se da en los países cuyos recursos naturales son insuficientes. Y, sin embargo, las estadísticas nos indican que hay en nuestro país 260.000 menores de 5 años que padecen desnutrición. Es decir, por cada 153 argentinos hay un niño desnutrido.

Aunque terminar con el hambre en la Argentina será un proceso largo, eso no impide que este problema comience a tener la solución que merece. Más de una vez se ha señalado, desde esta columna, que el país no carece de la legislación apropiada. Pero una medida que fue debatida y, por fin, votada en nuestro Congreso -estamos refiriéndonos una vez más a la ley nacional 25.989, de Régimen Especial para la Donación de Alimentos (Donal)-, lamentablemente, fue objetada por el Poder Ejecutivo, poco después de su aprobación, en el artículo que específicamente se refería a la posibilidad de hacer donación de alimentos.

Y tampoco es la primera vez que organizaciones inobjetables como Cáritas, la Red Solidaria o los Bancos de Alimentos hacen oír su voz para reclamar al gobierno nacional que ejerza su función de recuperar la ley vetada. El silencio ha sido siempre la única respuesta, y así han pasado ya dos años de ese veto vergonzoso. Quizá noticias tan dolorosas como la de la isla Maciel llamen definitivamente la atención de nuestros dirigentes para que en este país, capaz de producir alimentos para 300 millones de personas en todo el mundo, cese el "escándalo del hambre".

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